La historia que pudo ser…

Una vez tuve un sueño, de esos que rayan en lo épico. Desperté jadeando. Después de calmarme viendo el techo en la oscuridad, pensé que mi sueño sería una idea buenísima para un cuento. Miré mi Fitbit; eran las dos de la mañana. Me volví a dormir con el dictado de comenzar a escribirlo por la mañana. Cuando sonó el despertador, el cuento se había esfumado. Así como así. Por más que traté de recordar los detalles, solo conseguí recuperar pedacitos insignificantes de mi aventura onírica.

Otro momento perdido en el aire del olvido.

Una de la mejores prácticas que puedes tener como escritor, es llevar un cuadernillo donde anotar esas cosas efímeras que te dejan con la melancolía de una buena historia que pudo ser. Ralph Fletcher, coach de escritura define al cuaderno del escritor como «una red de huequitos tan pequeños que ninguna idea se me puede escapar».

Aprendí mi lección y no tengo un solo cuadernillo, tengo decenas. Y en un momento dado, tengo dos o tres a la vez. Ahí anoto todo aquello que me ocurra que pueda ser la semilla de una historia: describo a una persona que vi en la fila del banco y que puede ser uno de mis personajes, alguna conversación que escuché en el café de la esquina, un paisaje que será parte de una escena en mi novela.

Admito que mis cuadernillos son un poco desordenados y a veces pierdo tiempo buscando aquello que necesito para mis textos, pero también son territorios de redescubrimiento de ideas olvidadas. Así que, anda, compra tu cuadernillo y llévalo contigo siempre. Nunca sabes cuando te atacara el momento de inspiración…

Nos encantaría que compartieras las fotografías de tus cuadernillos.

¡Oh! ¿Qué será?

No tengo ganas de escribir. Ha sido una semana lenta y difícil. Un trabajo que me absorbe, unas noches que me fustigan. Afuera hay un metro de nieve, sin esperanza de que desaparezca pronto. No he dormido bien y el cuerpo me lo reclama. Pero el despertador con su melodía de Bach en cello, me recuerda que mi destino comienza todos los días, llueve truene o relampaguee, a las cinco de la mañana. Noel dice que soy masoquista; quizás tenga razón. Pero, no sé cómo explicarle que las ganas de escribir son algo como el amor. Inexplicables, etéreas, una fuerza universal. No se ve, pero se siente.

¿De dónde vienen este apetito irreprimible por las palabras? ¿Cómo surgen del medio de mi pecho? ¿Por qué me levanto a escribir a pesar de que quiero seguir durmiendo? Quizás soy un animal de rutinas, quizás es algo más. Escribir es vencer mil pequeñas batallas y una gran guerra.

Solo sé que, una vez derrotada la inercia, me lanzo a crear ese universo que quiero para mi. En el silencio de la casa y de la nieve afuera, tomo el café mientras algunas palabras emergen de mi lápiz sin explicación posible. Solo sensaciones e inquietudes. Una presencia entre fantasmal y angelical. Y así, voy penduleando entre recuerdos y sueños, pasado y futuro, pero siempre presente. Escribo…

Cita de hoy: Mujeres valientes

¿Qué más puedo decir de esta cita? Somos mujeres y se ha esperado mucho de nosotras: modositas, calladas, sometidas, suaves. Ser mujer requiere valentía, atreverse a aquello que nace de nuestra pasión y nuestras entrañas para hacer un mundo mejor, más compasivo, más igualitario, más pacífico.

Tantas mujeres antes que nosotras nos han hecho parte del camino, pero aún hay mucho que hacer, mucho que decir y, mucho que crear. Y para eso requiere pasión y valentía. Dar pasos firmes y constantes hacia adelante.

Pega esta cita en el espejo de tu baño y en tu computadora. Mírala todos los días y deja que te inspire…construye tu propia historia.

Ahora, cuéntanos quién te inspira a ser valiente, a actuar con pasión por aquello que te importa. Quizás tu abuela, tu madre, tu hija, una maestra o una amiga. Recuerda un momento en que fuiste valiente, te rebelaste y lograste algo bueno para ti o para otros. Escríbelo pues será parte de tu acervo de recuerdos e inspiraciones para tu historia. Incluye detalles.

¿Qué sentimientos habías frenado? ¿Por qué?

¿Qué sensaciones y pensamientos rumiabas sobe la posibilidad de un cambio radical?

¿Cuál fue el momento decisivo para pararte firme frente a una injusticia? Describe el sabor de tu victoria, el color de tu libertad, la melodía de tu fortaleza.

Palabras que me gustan: Diáspora

“¡Semillas, somos semillas! pensé, levantando la vista. No en balde nos llamaban “diáspora”. Esa palabra me resonaba como pequeñas simientes al viento, buscando caer en mejores tierras para germinar. De pronto, sentí que quienes huíamos de la catástrofe llamada Venezuela, éramos lo más cercano a una bóveda de semillas de nuestra venezolanidad. Emigrar era un reflejo de preservación, no solo de nuestro ente físico y emocional, sino también de salvaguarda de nuestras costumbres que comenzaban a borrarse, pisoteadas por una filosofía aberrante de poder y sometimiento. Éramos portadores de mensajes de las andanzas, de los placeres, de las alegrías y de las tristezas, de las venturas y desventuras, de los éxitos y de los fracasos, de los comienzos y los finales, de los misterios de mi vida del inmigrante venezolano y la voz de la tragedia de quienes se quedaron atrás. Estaría en nosotros conservar aquello bueno que fuimos a fin de reconstruir la patria algún día.

Recordé una frase que había leído en un libro de autoayuda y que me impactó por su sencillez; de alguna forma me regiría la vida de ahí en adelante. Y, esta coincidencia de encontrarme un escrito sobre las semillas y nuestra metáfora de inmigrantes me ayudaría en la tarea de cumplir este ciclo de descubriendo la paz en la ruta de nuestra nueva vida.

Miré a mis hijos ensimismados en la película que comenzaban a proyectar como entretenimiento de vuelo. En los últimos cinco años, todo había conspirado para que nos fuéramos de Venezuela: la visión oscura del futuro, el presente de terror y las historias del pasado de mis ancestros. Pero si los ancestros nos dan historias, los hijos nos dan visiones.

— Florezcan donde los planten— les dije a mis hijos sin esperar que me entendieran en ese momento.

Anoté esas palabras en una pequeña libreta y no volví a escribir nada durante mucho tiempo.”

Pasaje de La hija de los inmigrantes

Cuéntanos: ¿Qué te evoca la palabra «Diáspora»? ¿Qué sientes?