Yo creí no entender mucho de la guerra y la opresión, pero atravesé esa sombra sin que mis padres y abuelos se percataran. La guerra y la opresión les había mutilado la calma. Sus gestos llevaban una sensación de zozobra y sus palabras, dolor al ser pronunciadas, aun disimuladas. Sin saberlo, esas historias que moraban como espíritus en las entrañas de mis antepasados, se transmitieron por vía de la sangre, y terminaron acechándome, repetidas en el momento menos pensado, con otros protagonistas, pero con tramas similares.
Mi travesía lleva el recuerdo de sus heridas.